El Sector Cultural del Perú frente al COVID-19: silencio estatal y primeras iniciativas ciudadanas

Por Mauricio Delfin, director de la Asociación Civil Solar

Han pasado casi 3 semanas desde que se declaró el estado de emergencia sanitaria en el país y el Ministerio de Cultura aún no propone medidas concretas para atender los impactos múltiples de la pandemia en la vida de las y los trabajadores de la cultura, creadores, artistas, productoras, organizaciones, instituciones culturales y otros agentes del sector cultural peruano. 

Este silencio se mantuvo incluso luego de la extensión del aislamiento social obligatorio anunciada el pasado jueves 26 de marzo, el día previo a la celebración del Día Mundial del Teatro, una de las expresiones culturales más afectadas. A estas alturas, podemos decir con certeza que las instituciones públicas responsables de las políticas culturales en el Perú, principalmente el Ministerio de Cultura pero también los gobiernos regionales y locales, no han reconocido de manera inmediata y pública los impactos que el COVID-19 ya ha tenido y tendrá en el sector cultural y no han desplegado acciones urgentes para mitigar sus efectos.

Es desconcertante que la máxima autoridad del sector cultural en el Perú aún no se manifieste públicamente al respecto, ni siquiera para dar cuenta de lo que esta crisis significa para las miles de personas y organizaciones que forman parte del sector, muchas de ellas también afectadas por la cancelación de exposiciones, conciertos, festivales y el cierre de espacios públicos, galerías, museos, centros culturales y diversas plataformas de difusión artística en todo el país. La pandemia afecta todo tipo de expresiones culturales y manifestaciones de patrimonio cultural inmaterial. Mientras tanto, el silencio de las autoridades del sector también genera incertidumbre y enfatiza la precariedad institucional en la que aún nos encontramos, a pesar de contar con un Ministerio de Cultura con casi diez años de existencia y que hoy dispone de más recursos económicos que nunca en su historia, por más limitados que estos sean. 

Podríamos asumir que este silencio institucional se debía a que el ejecutivo no podía tomar acciones significativas sin la capacidad para legislar al respecto y que, solamente, con la aprobación de la ley que delega el poder ejecutivo la facultad de legislar en diversas materias para la atención de la emergencia sanitaria (aprobada el pasado 27 de marzo), es que el MINCUL puede actuar de manera sustancial [ref] La nueva ley permite al ejecutivo la facultad de legislar “en materia de prevención y protección de las personas en situación de vulnerabilidad (…) como los pueblos indígenas; en materia de protección a los sectores productivos con el objetivo de dictar medidas que permitan reactivar y promover (…) la artesanía y otros afines; en materia de promoción cultural y de turismo (…) a fin de dictar medidas para amortiguar el impacto y promover la reactivación económica en estas actividades en el contexto del estado de emergencia sanitaria”. [/ref]. Sin embargo, hay acciones que el Ministerio de Cultura podría haber tomado durante los primeros días de la emergencia nacional, tomando en cuenta el impacto de la pandemia en sectores culturales de otros países.

Primeras iniciativas ciudadanas

Como en otros momentos de crisis, las primeras respuestas provienen de la sociedad civil. Esta semana, empezaron a circular comunicados desde gremios y subsectores que exigen respuestas estatales. El 26 de marzo, por ejemplo, un grupo de trabajadores y trabajadoras de las áreas de teatro, danza, música, folklore, circo, gestión cultural y artes tradicionales independientes suscribieron una carta al Presidente y al MINCUL, MEF y MIDIS, solicitando medidas para salvaguardar el sector cultural, calculando que la recuperación por el impacto económico podría demorar entre 6 a 12 meses. Esta carta, que propone nueve acciones concretas [ref] Las medidas incluyen, por ejemplo, la consideración de “un bono extraordinario a las diferentes salas alternativas, independientes, agrupaciones de cultura viva comunitaria y/o puntos de cultura, que permitan su sostenimiento y continuidad”, considerar como urgente “la creación de un Registro Nacional de Creadores y Gestores Culturales independientes” que permita priorizar a los más vulnerables, coordinar con gobiernos locales para lograr la reactivación del sector cultural independiente, entre otros puntos. [/ref] , reconoce además lo que va a significar — cuando si quiera la situación de salud pública lo permita —  el recuperar la confianza del público para que acuda a eventos masivos, así como la situación crítica de vulnerabilidad en la que se encuentra el sector, dado que, en su mayoría, no cuenta con contratos en planilla, ni seguros de salud. 

Por otro lado, la Asociación Cultural de Artistas Escénicos Independientes del Cusco publicó un comunicado en el Día Mundial del Teatro, demandando a que las autoridades pertinentes “se manifiesten y brinden los puentes adecuados para atender los problemas que acaecen al sector de las artes escénicas y otros artistas, en su mayoría independientes, que no cuentan con trabajos fijos”. 

Además de estos y otros pronunciamientos, varias organizaciones culturales y colectivos han activado espacios de diálogo e iniciado acciones para evaluar y enfrentar los efectos de la pandemia en sus comunidades. Lo primero que reconocen como necesario es el desarrollo de evaluaciones de impacto y de daño. Por ello, en los últimos días hemos visto el lanzamiento de diversas encuestas impulsadas y autogestionadas por la sociedad civil organizada, y por investigadores y docentes universitarios que buscan comprender las dimensiones de la emergencia y los vacíos de conocimiento que perciben en sus realidades sectoriales. 

En este momento circulan al menos tres encuestas y un catastro impulsadas desde la autogestión ciudadana. Una de ellas es la encuesta “Impacto Económico del COVID-19 en el Teatro Peruano” impulsada por la Asociación Playbill desde el 24 de marzo, dirigida a toda empresa, asociación, sala de teatro, agrupación o gestor independiente que haya cancelado funciones o temporadas debido a la pandemia. Luego está la encuesta “Situación de los Trabajadores Independientes de Artes y Cultura” impulsada por la Red de Creadorxs y Gestorxs Culturales del Perú desde el 26 de marzo, la misma que ya ha sido llenada por más de 2,000 personas y que busca calcular las cargas y pérdidas económicas de ese sector a causa de la pandemia. Además, contamos con, la encuesta “Impacto económico del estado de emergencia por la pandemia de COVID-19 en los trabajadores y trabajadoras de las artes visuales en el Perú (Marzo 2020)” conducida por Carlos Zevallos Trigoso y Max Hernández Calvo, investigadores y docentes de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) que buscan “producir información útil para sustentar la necesidad de acciones concretas para aminorar el impacto económico en este sector a causa de la pandemia”. Por último, hace poco se lanzó el “Catastro de trabajadores de la música en Perú” desarrollado por la Asociación Peruana de Managers, que busca “crear data estadística con la finalidad de solicitar y gestionar propuestas para el mejoramiento del sector musical ante la pandemia COVID-19”.

Cada una de estas encuestas propone utilizar la información sistematizada para sustentar y solicitar acciones concretas al Estado, y se dirige a un subsector específico, sin que esto elimine la natural superposición de posibles encuestados y encuestadas (un artista independiente que se desempeña tanto en las artes escénicas como en las artes visuales, por ejemplo). Es muy importante valorar cada una de estas encuestas y reconocer que todas brindarán datos cruciales para atender el contexto de emergencia que vivimos en el sector, dejando lecciones importantes que tendremos que tomar en cuenta de cara al futuro. 

Lo principal ahora es garantizar que la información que estas generen influya directamente en las acciones que el Estado proponga y logre ejecutar en los siguientes días, no sólo desde el Ministerio de Cultura, sino también desde los gobiernos regionales y locales. Lo que preocupa, sin embargo, es que el ejecutivo y los gobiernos subnacionales actúen como suelen hacerlo: diseñando e implementando medidas al margen de las demandas y el conocimiento generado por la ciudadanía.

Por otro lado, si bien no resultaría extraño (ni necesariamente negativo) que eventualmente el Ministerio de Cultura elabore una encuesta propia sobre el impacto del COVID-19 en el sector, resultaría muy lamentable que no se considere la información generada por estas cuatro encuestas ciudadanas, así como las múltiples preocupaciones que las sostienen. Más grave aún sería que no se incluya a las personas y organizaciones detrás de estas encuestas en los esfuerzos para diseñar respuestas ante la crisis. Por sobre todo, preocuparía que el ejecutivo proponga medidas de afronte al COVID-19 en el sector cultural sin la participación de los sub-sectores y las comunidades mismas que ya están siendo afectadas por la emergencia nacional. 

Esperamos ver en los siguientes días alguna expresión de voluntad política para incluir a la sociedad civil movilizada y a los diferentes subsectores culturales y poblaciones pertinentes (industrias culturales, artistas independientes, organizaciones culturales, patrimonio cultural, grupos indígenas, comunidades afroperuanas, etc.) en una plataforma amplia de diálogo y co-creación de estrategias para afrontar lo que la pandemia ha traído y traerá consigo.

Estas cuatro encuestas surgen en un contexto de silencio y ausencia de liderazgo desde el Ministerio de Cultura, marcado por la falta de sistemas de información que permitan recabar y analizar datos de manera rápida y confiable, sobre todo en contextos de emergencia. [ref] En Estados Unidos, la organización American for the Arts ha calculado una pérdida de 3.7 billones de dólares en el sector cultural debido al COVID-19 a nivel nacional. Se calcula que cada organización sin fines de lucro vinculada al sector de las artes y la cultura ha perdido al menos 33,000 dólares. La encuesta cuenta hasta ahora con más de 9,000 participantes y considera 120,492 organizaciones culturales sin fines de lucro: https://bit.ly/2UMOieG. [/ref] Consideramos que, más allá de los esfuerzos propios de la sociedad civil — que suelen apuntalar procesos y activar discursos alternativos a los establecidos por el Estado— la responsabilidad de generar conocimiento sistematizado y contar con registros nacionales de agentes culturales es de las autoridades públicas. Más allá de la emergencia actual, estas herramientas son las que deben permitirle al Estado actuar desde la diversidad y la participación ciudadana. Debemos de promover todo esfuerzo ciudadano por generar información, pero no debemos de dejar de denunciar los efectos negativos de la precariedad institucional que aún nos define.

Gobernanza cultural y emergencia nacional

Queda claro que aún no contamos con un Registro Nacional de Artistas y Creadores, ni con un mapa completo de organizaciones culturales en todas las regiones el país que nos sirva en estas circunstancias. No sabemos cuántos artistas y organizaciones culturales serán afectadas por esta crisis en todas las regiones. Tampoco tenemos a la mano el número de creadores de la tercera edad que están más vulnerables ante la pandemia. Nos falta, por ejemplo, protocolos para calcular pérdidas económicas desde sectores culturales productivos y pautas para comunicación sectorial en contextos de emergencia. Además, carecemos de estrategias establecidas para la canalización de recursos financieros en momentos de crisis. ¿Cómo y cuándo vamos a construir todo esto?

Podríamos asumir que estamos ante una situación inédita para el Perú y para cualquier sector cultural en el mundo, y que por ello, no tenemos muchas cosas preparadas. No podemos negar el rol que en este momento cumplen los y las ministras en los esfuerzos de prevención y contención de la pandemia en diferentes regiones. [ref]La cancelación de la actividades de la Semana Santa en Huanta como medida preventiva a inicios del mes de marzo, una acción propuesta por el alcalde de la Municipalidad Provincial de Huanta y respaldada por la ministra de Cultura, fueron clave en prevenir la epidemia. [/ref] Reconocemos el apoyo que ha brindado el MINCUL para traducir recomendaciones de prevención frente al contagio y propagación del COVID-19 en 11 lenguas indígenas u originarias y el trabajo informando a las localidades indígenas sobre cómo protegerse. De igual manera, es importante reconocer la promoción de recorridos virtuales de Museos del MICUL y el esfuerzo por brindar acceso a espectáculos culturales por Internet. Sin embargo, la atención a la emergencia nacional no ha impedido que los diversos Ministerios impulsen medidas concretas de atención a sus sectores. [ref] Ver acciones del Ministerio de Agricultura, Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, por ejemplo. [/ref]

En el caso del Ministerio de Cultura, más allá de las valiosas iniciativas descritas anteriormente, no contamos aún con un mensaje desde el ente rector del sector cultural que se dirija al sector en su conjunto, que proponga medidas sectoriales inmediatas de mitigación del impacto, y que reconozca lo que esta pandemia traerá consigo en el corto, mediano y largo plazo.

El silencio que ahora evidenciamos es también un reflejo de los vacíos que tenemos como sector, especialmente aquellos en materia de liderazgos institucionales y protocolos, sobre todo protocolos de acción en momentos críticos. Esto confirma que hace falta una Política Nacional de Cultura que responda no sólo a las realidades, expectativas y aspiraciones del sector cultural en todo el territorio nacional, sino también que asuma a este momento como uno de inflexión: que nos obligue a generar sistemas de gobernanza cultural y de atención a la ciudadanía más robustos, sobre todo en contextos de emergencia y de cambio.

Lo primero que se espera de un Ministerio de Cultura ante una crisis sanitaria de esta magnitud es que sus representantes se dirijan directa y claramente hacia su sector para dar cuenta y reconocer el enorme impacto que esta emergencia tendrá en la realidad inmediata de sus diversos agentes y subsectores. Es clave para el sector, por ejemplo, que se reconozca pública y oficialmente lo que el aislamiento social obligatorio supone para las artes escénicas y los artistas independientes, lo que una crisis sanitaria como esta supone para los trabajadores de la cultura que no tienen un seguro de salud, y lo que implica el distanciamiento social para instituciones que dependen de la vitalidad de públicos y audiencias. 

Es crucial preparar al sector (a partir de la comunicación constante y efectiva) para afrontar lo que sin duda será una recesión económica sin precedentes, y una transformación de los hábitos de las personas y las comunidades, sobre todo a nivel de sus patrones de socialización y relación con espacios de encuentro. Hablar rápidamente del final de la cuarentena, como si esto marcase un regreso a la vida que tuvimos antes del COVID-19, sería absolutamente irresponsable. Nos encontramos al inicio de un largo período cambios y de adaptación que requerirán de muchos recursos y procesos sectoriales.

Sin una voz institucional que reconozca la envergadura de la crisis y la necesidad de tomar acciones, las necesidades del sector se mantienen invisibilizadas, y subrepresentadas. La crisis se constituye como un momento clave para resaltar el valor y la función social de las artes y la cultura en nuestro país, el valor público del trabajo cultural y de la diversidad de expresiones culturales. Esto hasta ahora es una oportunidad que el ejecutivo está perdiendo, con cada día que permanece en silencio. 

Ya no podemos esperar más. Los vacíos y carencias de liderazgo cultural desde el Estado deben de ser atendidos. Si bien podemos contar con la ciudadanía organizada para llenar algunos vacíos desde la autogestión y enfrentando un sin fin de obstáculos, debemos lograr que estos esfuerzos devengan en espacios de diálogo y construcción conjunta (por ahora virtual) entre representantes del Estado y de la sociedad civil. Necesitamos generar acciones concertadas desde espacios compartidos que atiendan al futuro incierto que la pandemia ha traído consigo y los vacíos en materia de políticas culturales que podemos notar en este contexto. Nos toca asumir que lo que está en juego en este momento no es únicamente la reactivación y sostenibilidad de un sector cultural, sino la urgente necesidad de posicionar a la cultura como factor de desarrollo sostenible en un contexto de emergencia nacional y como un recurso clave que fortalece mensajes, símbolos y vínculos humanos que nos permiten resistir y sobrellevar un contexto de crisis sanitaria y lo que será un proceso largo de adaptación a una coexistencia diferente.


Este es el primero de varios artículos que publicaremos en los días que vienen, buscando contribuir con ideas al escenario actual de emergencia nacional y su impacto en el sector cultural peruano. Para recibirlos, síguenos en nuestras redes en Twitter y Facebook.


Foto de portada: El Comercio, 7 diciembre de 2019.

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