Por qué Gobierno Abierto

Definición de Gobierno Abierto: Aproximaciones Críticas

El Gobierno Abierto puede ser entendido como “un conjunto de mecanismos que contribuyen a la gobernanza pública y al buen gobierno, basado en los pilares de la transparencia, participación ciudadana, rendición de cuentas, colaboración e innovación, centrado e incluyendo a la ciudadanía en el proceso de toma de decisiones, así como en la formulación e implementación de políticas públicas, para fortalecer la democracia, la legitimidad de la acción pública y el bienestar colectivo” (Carta Iberoamericana de Gobierno Abierto, 2016).

Desde Solar apostamos por una aproximación crítica al concepto y la historia social de la idea de gobierno abierto, y consideramos uno de los objetivos de la sociedad civil debe ser:

Impulsar procesos de generación de conocimientos que puedan contribuir a la ampliación y profundización de la idea de gobierno abierto desde una perspectiva intercultural y un acercamiento crítico a procesos de transparencia, participación y rendición de cuentas que vaya más allá de una predisposición apolítica y que no dependa en primera instancia en el uso y desarrollo de tecnologías digitales, sino en la consolidación de tecnologías sociales para la participación ciudadana en cultura, las mismas que pueden o no apoyarse en tecnologías de la información y la comunicación (AbreCultura, 2015).

Con la publicación del Informe AbreCultura en 2015 iniciamos un proceso de reflexión al respecto, especialmente considerando la necesidad de un enfoque intercultural a la idea del gobierno abierto. 

Gobierno Abierto e Interculturalidad

En la actualidad vivimos un momento de gran auge de ideas y acciones globales relacionadas a temas de transparencia, rendición de cuentasy participación ciudadana, impulsadas principalmente por los países del Norte. Los términos “datos abiertos” y “gobierno abierto” (open government) han recibido incluso mayor atención internacional desde que el presidente de los Estados Unidos Barack Obama firmó un Memorando de “Transparencia y Gobierno Abierto” el primer día que llegó al poder en 2009. A nivel global (y también promovida por los Estados Unidos) la Alianza por un Gobierno Abierto (Open Government Partnership, OGP en inglés), una plataforma internacional de 62 países donde gobierno y sociedad civil trabajan conjuntamente para desarrollar e implementar reformas de estado, se ha posicionado como uno de los movimientos globales por la transparencia más ambiciosos.

Como un verdadero discurso dominante con una agenda global, el gobierno abierto también ha recibido importantes críticas. Una de ellas, por ejemplo,  indica que el concepto de gobierno abierto es ambiguo y que esta ambigüedad funciona contra las agendas de gobierno abierto y de datos abiertos (Yu y Robinson , 2012). Se argumenta que el término se presta para que los gobiernos reciban elogios por una supuesta rendición de cuentas que es en realidad únicamente la provisión de tecnologías de datos abiertos.

Esta ambigüedad está también acompañada porla naturalización del término “gobierno abierto” y su configuración como una idea aparentemente universal. Si bien los datos abiertos pueden activar importantes conversaciones de carácter público y el desarrollo de soluciones técnicas que promuevan mayor transparencia y rendición de cuentas, esta perspectiva es sumamente optimista en la actualidad y carece de una visión intercultural (Weinstein and Goldstein, 2012; Delfín, 2014). Para empezar, la perspectiva actual de gobierno abierto subestima (y a veces directamente ignora) limitaciones estructurales clave en la región. También minimiza la naturaleza fundamentalmente opaca y vertical de las instituciones públicas, y la precariedad que de las prácticas institucionales en los países del Sur.

Adicionalmente subestima la brecha cultural entre las poblaciones del Sur, homogeneizando la realidad social y cultural de los ciudadanos y universalizando soluciones mediadas principalmente por tecnologías digitales. Quizás el punto más grave es que esta visión deja de lado las posiciones políticas de países del Sur que ven en una agenda como la OGP un mecanismo más de control eurocéntrico y neoliberal (Delfín, 2014). Por todo esto, la idea de gobierno abierto corre el riesgo de “aplanar” un terreno complejo y despolitizar la idea del gobierno abierto y de los datos abiertos.

Esta aproximación también escode otros aspectos relacionados alos procesos de trabajo con datos abiertos que deberían ser materiade debate y de gran entusiasmo. Por ejemplo, la gran capacidad de la sociedad civil de mantener procesos de innovación local y construcción de comunidad, más allá de los grandes obstáculos para acceder a datos abiertos relevantes, actualizados y de alta calidad, yde las severas limitaciones para contar con fondos públicos o privados para el desarrollo de proyectos que trabajan con tecnologías abiertas. Uno de lo grandes problemas es que las visiones que despolitizan las tecnologías de datos abiertos contribuyen al “universalismo tecnológico” (Chan, 2013: 178) donde los datos abiertos se convierte en una “obligación a transformarse” (Stengers, 2010) y en la naturalización a partir de un supuesto consumado; una respuesta singular a un problema sociopolítico mucho más profundo y complejo.

Hacia una aproximación intercultural a la idea de gobierno abierto

Como ya hemos mencionado antes (AbreCultura, 2015) es importante sostener un proceso críticode diálogo entre pares, experiencias regionales y entre sectores (transparencia, artes y cultura, etc.) para contribuir a una conversación global que logre una suerte de transculturalización de la idea del gobierno abierto, la misma que podría incluso implicar el abandonar ese término por uno más culturalmente apropiado.

Se trata de impulsar procesos de generación de conocimientos que puedan contribuir a la ampliación y profundización de la idea de gobierno abierto desde una perspectiva intercultural y un acercamiento crítico a procesos de transparencia, participación y rendición de cuentas que vaya más allá de una predisposición apolítica y que no dependa en primera instancia en el uso y desarrollo de tecnologías digitales, sino en la consolidación de tecnologías sociales para la participación ciudadana en cultura, las mismas que pueden o no apoyarse en tecnologías de la información y la comunicación.

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